Woodward es una de las 30 víctimas de desaparición forzada que registra la Región de Valparaíso y cuya búsqueda se ha reactivado en el marco del Plan Nacional de Búsqueda.
El Cementerio N° 3 de Playa Ancha forma parte del catastro de sitios de interés del Plan Nacional de Búsqueda de Verdad y Justicia que, a un año de su inicio, busca reconstruir la trayectoria y destino final de las 1.469 víctimas de desaparición forzada, producto de la dictadura cívico militar en Chile.
En la región las diligencias las lidera el ministro en visita extraordinaria de la Corte de Apelaciones de Valparaíso Max Cancino, jurista que solicitó para este 24 de septiembre la realización de diligencias de búsqueda de osamentas en el sector de párvulos del mencionado camposanto, a través del servicio de prospección subterránea con georradar, en las áreas marcadas como de interés por el tribunal.
La búsqueda tiene como fundamento diversos testimonios del hecho, particularmente el de un testigo directo de la inhumación ilegal realizada en el cementerio en septiembre de 1973, la que involucraría varios cuerpos, entre los cuales estaría el de Miguel Woodward.
El proceso judicial se encuentra en estado de plenario luego de que fueran acusados como autores de secuestro calificado seis funcionarios en retiro de la Armada de Chile y tres funcionarios en retiro de Carabineros de Chile. En los próximos meses, el ministro en visita dictará sentencia definitiva.
Participación
En la diligencia estuvo presente la Agrupación de Familiares de Detenidos(as) Desaparecidos(as) y Ejecutados(as) Políticos(as) de Valparaíso, la Agrupación de Amigos de Woodward y diversos medios de comunicación.
Javier Rodríguez, presidente de la Agrupación de Amigos de Woodward, mira el paso del georradar del Núcleo de Investigación en Riesgos Naturales y Antropogénicos (RINA), de la Universidad Austral, y recuerda la diligencia que se realizó en 2018, cuando las herramientas que usaron fueron el producto de la gestión y el apoyo de amigos.
Su reflexión del trabajo es positiva. “Gracias al Plan Nacional de Búsqueda se nos está llenando el alma de esperanza, nos viene a dar una nueva luz para encontrar a nuestras y nuestros compañeros detenidos desaparecidos. Ahora están usando una máquina moderna que va a escanear el terreno donde, por la historia del relato de testigos, posiblemente esté Miguel y no solamente Miguel, quizás encontremos a otros compañeros que siguen desaparecidos”.
Los resultados que arroje el trabajo serán entregados por la entidad universitaria al ministro Cancino a través de un informe técnico que considerará la indicación de los equipos y del personal empleado, la metodología aplicada, las imágenes de las áreas prospectadas, el análisis de las anomalías y los perfiles de interés, con indicación del trazado y profundidad.
Miguel Woodward
Alto (1,93) y delgado. Miguel Woordward también llamaba la atención por su marcado acento inglés pero, sobre todo, por ser el sacerdote de la parroquia de Peñablanca.
De familia acomodada -su papá trabajaba en la Compañía Chilena Norteamericana de Tabacos-, Woordward cursó sus estudios en Inglaterra. Cuando regresó a Chile, convertido en ingeniero civil, ya tenía la convicción de ordenarse como sacerdote. Tras permanecer ocho años en el Seminario Mayor de Santiago, fue ordenado sacerdote por Raúl Silva Henriquez.
Fue uno de los primeros sacerdotes que en Chile abrigó los principios de la teología de la liberación.
Destinado a trabajar al interior de Valparaíso, sirvió en la parroquia de Peñablanca. En 1969 decide convertirse en “cura obrero” y se fue a vivir a Cerro Placeres, buscó trabajo en el astillero Las Habas, impartió clases en el Centro de Estudios y Capacitación Laboral (CESCLA) de la Universidad de Valparaíso, allí los obreros estudiaban y recibían calificación técnica, apoyaba las funciones de las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios (JAP).
Javier Rodríguez cierra su reflexión. “Vivió como un poblador. Bendijo a nuestra familia… Mi papá siempre ha tenido un gran dolor y es el de no haber tenido la fuerza suficiente para haber retenido a Miguel en nuestra casa el último día que nos fue a ver. Ya lo estaban buscando. Él nos dijo “No tengo nada que esconder, me voy a mi casa. Y al día siguiente no apareció más”.